Resulta una nueva tomada de pelo escuchar como el senador Urquía fundamenta su decisión de renunciar a la presidencia de la comisión de Presupuesto y Hacienda argumentando que su posición "está cercana a los hombres del campo". Ante semejante acto de hipocresía nos preguntamos: ¿no es este el mismo senador Urquía que hasta no hace mucho tiempo era, en palabras de la propia presidenta Cristina Kirchner, "un empresario ejemplar" del modelo kirchnerista? ¿No es este el senador Urquía que en el año 2005 aseguró tener una fortuna personal de 156.202.122 pesos, fortuna que habría acumulado a través de la Aceitera General Deheza (AGD), una de las cinco corporaciones que manejan el 92 por ciento de las exportaciones de aceite de soja y que lo tiene como uno de sus principales accionistas?
¿No es esta aceitera la misma que a fines de mayo, en medio de tironeos por la distribución de los subsidios alimentarios, redujo la entrega del aceite Natura -uno de sus principales productos- hasta el 80 por ciento en supermercados y distribuidores mayoristas debido a que la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (ONCCA) les reclamó que devuelvan al fisco 36 millones de pesos por desembolsos mal liquidados durante el 2007? Estamos hablando de un imperio que factura US$ 2.500 millones al año, que posee tren y puerto propio, que detenta el llamativo beneficio de contar con una aduana funcionando en la pequeña localidad de General Deheza, y que fuera denunciada en varias ocasiones ante la justicia por "defraudación fiscal", acusada de descontar el valor de las retenciones a los productores sojeros, pero al momento de liquidar ante AFIP los importes que abonan resultan menores, embolsando una diferencia millonaria. Es esta la misma Aceitera General Deheza que recibió sólo en 2007 subsidios del Gobierno por 63 millones de pesos.
No conozco pequeños o medianos productores que puedan sentirse identificados con esta situación. Entonces uno debería preguntarse: ¿a quién representa el gobierno y sus aliados -como el senador Urquía-? La respuesta resulta a esta altura más que evidente: representan los intereses estructurales de sectores ultra-concentrados que entrecruzan sus intereses de manera inextricable (aunque el gobierno reniegue de ello) con las grandes agroquímicas, los pools sembradores y los trusts de exportación cerealera.
Grandes grupos agro-industriales que, conjuntamente con otras megaempresas -particularmente petroleras, mineras y proveedores de obras públicas- y grandes grupos financieros, han sido y son los artífices activos y máximos beneficiarios de esta Argentina de hoy, con una economía profundamente desigual, primarizada y dependiente del comercio exterior.
En este modelo de concentración los pequeños y medianos productores son arrastrados por los intereses de los grandes, obligándolos a someterse, arrendando sus campos o vinculándose de manera subordinada a estos sectores concentrados, ya que de no hacerlo su actividad se torna si no ruinosa, cuanto menos, muy poco rentable.
Hay que ser claros: ni el gobierno ni, mucho menos, el empresario y senador Urquía tienen la más mínima intención de afectar impositivamente a esos sectores ultra-concentrados, ni de reactivar el crédito productivo, ni de ampliar el arco hacia políticas estructurales de desarrollo, ni de mejorar un mapa sanitario y educativo que sigue cayéndose a pedazos. Ninguna medida que improvisaron los Kirchner para resolver la actual disputa ha rozado los intereses de sus aliados. El empresario/senador Urquía resulta un fiel exponente de este modelo hiper-concentrador que ha sido intensamente apadrinado desde el ámbito oficial.
Quizá esto sirva para darnos cuenta que no tenemos que quedarnos con la mera superficie de las noticias, debemos escarbar un poco y analizar con sentido crítico para darnos cuenta quiénes son los verdaderos enemigos de los pequeños y medianos productores del campo, por más que quieran vendernos todo lo contrario.
Lic. Virginia Linares
Diputada de la Nación
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